Día y noche nos recuerdan desde las instituciones que la solución a la salida de la crisis pasa por internacionalizarse. Para ello la receta necesaria es mejorar la competitividad. El mercado exterior es más exigente por lo que hay que ser más competitivo. Por este motivo se hace hincapié en que tenemos que invertir en tecnología. Ergo hay que buscar recursos; bien sea donde tras esta larga crisis queden o en entidades financieras volviendo a endeudarnos. Algo inquietante si tenemos en cuenta que nos encontramos en un horizonte de mucha incertidumbre.
Pero lo grave del asunto es que, tenemos un alto coste energético en comparación con los posibles competidores europeos. Si añadimos el debilitamiento de las empresas tras la larga crisis no presenta a un escenario complejo.
Sabemos que invertir en innovación es fundamental ya sea maquinaria o en nuevos productos o servicios. Ahí es donde nos la jugamos las empresas que queremos seguir ofreciendo productos o servicios que sean competitivos en calidad y precio. Pero no buscamos ayudas para inversión en maquinaria. Esta cuestión ya analizamos en un post anterior como poco eficaces cuando de llegar al tejido empresarial más pequeño se refiere. Por otro lado también miramos con escepticismo los consejos que desde las butacas de las instituciones se dan.
Lo que de verdad queremos es que nos garanticen un mercado económico que al menos nos permita competir en condiciones de partida similares y sin intrusismos. Y nos gusta hablar claro y poner ejemplos de donde podría comenzarse. Concretamente nos referimos al coste energético ya supone un lastre a la competitividad de las pequeñas y medianas empresas. E incluso para las grandes empresas está suponiendo un factor para deslocalizarse. Sabemos que esta no es la única razón por el que una empresa no es competitiva, pero es un mal comienzo empezar así una competición.
A continuación incluimos el link a un interesante artículo sobre el coste energético que tienen que soportar las empresas vascas.